lunes, 27 de diciembre de 2010

Solo

Me vi un sábado por la tarde más solo que la una tomándome un café en una mesa para dos. Sí, Marta me plantó. En la calle el cielo estaba despejado pero en mi interior llovía torrencialmente. Me acercaba peligrosamente a los cuarenta y seguía soltero. Siempre fui un tipo solitario, tal vez por mis grandes exigencias y las magníficas expectativas depositadas en mi cónyuge potencial. Pero bueno, yo no tengo la culpa de que me gusten las mujeres jóvenes-metroochenta-ojosazules-rubias-noventasesentanoventa, con una cultura apabullante, una inteligencia deslumbrante y muchísima conversación. Culpen a la publicidad, oiga, que me ha vendido un estereotipo que se esconde bajo las piedras en este minúsculo pueblo de viejos, perros y rebaños de ovejas. Tampoco es mía la culpa, todo sea dicho, de ser más feo que un pie, poseer una figura desgarbada, no saber hacer la o con un canuto y tener una conversación equiparable a la de un Neandertal cuando me enfrento a una mujer que me despierta cierto no sé qué.
Lo que aprendí esa tarde, aunque ya lo sospechara desde hacía algún tiempo, es que el destino es, como mínimo, Doctorado en Puteología, noble rama de la Filología Hispánica en su vertiente más toca huevos, y que él solito se encarga y gusta de colocar la palabra más inoportuna en el momento menos indicado para reírse de mi angustia existencial. Aquella tarde la maldita palabra me persiguió por las calles, se metió a dormir en mi cama (aunque esto fuese algo crónico ese día me molestó especialmente) y apareció repetidas veces en la televisión. Las canciones la corearon una y otra vez, en los periódicos protagonizó titulares y en los escaparates la anunciaron con letras tamaño 678, mayúsculas y colores cantosos. Pobre de mí, comencé a sentirme oprimido desde el momento en que se acercó la camarera:
- Señor, lleva aquí tres horas, cuarenta y siete minutos y trece segundos, ¿espera a alguien?
-Ya no, tráigame un café.
-¿Solo?
- Sí… Y ya que está el periódico si puede ser.
Cinco minutos. Café aguado y un ejemplar del día anterior de El País.
-Disculpe que sea de ayer, es que nos lo reparten solo entre semana, ¿sabe?
-Gracias por la información.
Me lo tomé casi de un trago porque las primeras líneas de una noticia actuaron como un repulsivo: “Solo quedan dos meses para que abran la Avenida Soledad, que descongestionará el tráfico de…”. Cerré el periódico, pagué y me fui.
Anduve un rato por las calles y la verdad es que no debería haberlo hecho. Las rebajas de enero monopolizaban los escaparates de los comercios locales.
“Descuentos de hasta el 50 % en camas de matrimonio solo hasta el 1 de febrero… ¡Aprovéchese!”
“¿Quiere viajar? ¡Descubra Europa con su pareja solo a la mitad de precio!”.
Decidí coger el coche y volver a casa. Al encender la radio, Marta (sí, Marta) Sánchez entonó aquello de “Olvídate de mi”. Al cambiar el dial caí en Kiss FM, donde Sabina cantaba que a veces le habla a la luna de esa amante inoportuna que se llama soledad. Le di una última oportunidad a las emisoras, y huyendo del amor caí en una radio heavy que ofrecía un programa especial sobre los mejores solos de la historia. Apagué la radio ipso facto.
Ya en mi casa encendí la tele y me llevé la primera en la frente. El presentador de un concurso preguntaba a uno de los participantes el nombre del mítico piloto humano del Halcón Milenario. Desconecté el cable, tiré el televisor por la ventana y decidí que lo mejor que podía hacer era acostarme. Pero ni esto fue una buena opción, destino perverso. Parece ser que los pareja de vecinos celebraba algo y le importaba un huevo el tío solitario del piso de al lado. Desesperado, asumí el alto riesgo que implicaba enchufar la radio para maquillar con alguna canción ñoña los gemidos del otro lado de la pared. Funcionó durante un cuarto de hora, nadie atentó contra mi indeseada vida sentimental. Estaba a punto de dormirme y no esperaba ninguna sorpresa. Incluso la idea de que había sido demasiado severo juzgando al destino y el consiguiente sentimiento de culpa comenzaron a rondar con fuerza por mi cabeza. Entonces habló el locutor y tardé otras dos horas en dormirme:
- Esta es la noche más fría del año. ¿No me digas que estás durmiendo solo? ¡Abrázate a la manta, te vas a resfriar!

sábado, 18 de diciembre de 2010

Lo reconozco: durante un tiempo fue una obsesión.

viernes, 17 de diciembre de 2010

Te recuerdo tímidamente. Incluso me atrevería a decir que ya no te recuerdo. He traicionado a la memoria. Lo que creo recordar de ti tiene mucho de invención, de fantasía, de ciencia ficción. Tus recuerdos son maquillaje y cirugía. Perdí lo bueno y lo malo, lo mejor y lo peor. Te perdí para siempre.
Una chispa.
Sencilla y tímida,
frágil y humilde.
Una simple chispa.
Inocente y aislada,
cálida e insignificante.
Una maldita chispa
y volamos por los aires.