domingo, 23 de enero de 2011

Era el amor de mi vida, teníamos diez años. Muchas veces me asomaba al patio, veía la luz de su casa encendida y pedía permiso a mi madre para bajar a la calle y acercarme a estar un rato con ella. No sé si llegó a saberlo, pero yo la quería muchísimo. Y no era por imitar a los mayores, qué va. Era un sentimiento profundo muy distinto a los que han venido después. Ni mejor ni peor, no recurramos otra vez a la manía de comparar cosas dispares.
Jamás se lo dije porque me daba vergüenza.
Después la vida nos separó y no volvimos a vernos hasta pasados cuatro o cinco años. Yo ya no era yo, ni ella era ella. Y hoy, escuchando música, una estrofa me ha traído el recuerdo lejano de aquellas preciosas tardes que siempre se me hacían tan cortas.

martes, 18 de enero de 2011

Esté donde esté, haga lo que haga: cada vez que pulso el play y suena esa canción, ella aparece. Siempre.