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Ya me cansé de buscar la flor del amor en tus calles asfaltadas, de pedir limosnas en tus grandes avenidas, de soñar a la intemperie con la noche en que me ofrezcas un cobijo bajo techo, en tu cama, al lado de la chimenea. Ahora soy un gato callejero, sin amo ni dueño, y la ciudad es solo mía.
 
 
 
          
      
 
  
 
 
 
  
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