miércoles, 26 de mayo de 2010

Corta y pega del pasado

Me desvela el recuerdo de tus ojos,
y su ausencia me impide retornar al sueño.
Extraño lo que nunca he tenido:
es duro saber que no volveré a verlos,
y más duro es saber que nunca los he visto
como siempre he querido verlos.
Leer de ellos, tan simple y tan complejo.
Hay tantas cosas que quise hacer
y que creo echaría de menos...
Perderme en su reflejo,
cerrar sus párpados con un beso.
Aprendérmelos de memoria,
recorrerlos sin prisa, sin pausa,
y llegar a aburrirlos, a odiarlos,
a no querer verlos nunca más,
a arrancarles sentimientos enfrentados.
Extraer de ellos todo el oro y la plata
hasta dejar sólo carbón y petróleo,
utilizarlos para encender un fuego en invierno
y guardar sus cenizas en una urna
a la que llorar de vez en cuando.
Aborrecerlos de golpe,
obstinarme en olvidarlos.
Ver en ellos el amor, la pasión,
la llave que abre el tesoro cerrado
al común de los mortales,
y enfrentarme al desprecio, al odio;
recorrer en zig zag la cima y el subsuelo
de sus polos opuestos.
Disfrutar del camino que encierra
un final y su principio,
y mendigar ante ellos una segunda parte,
una tercera y una precuela imposible.
Sufrir con motivos, vivir un encuentro casual
y percibir los restos del naufragio,
bronce añejo que habla de un tiempo perdido
y doloroso que valió la pena.
Tan sólo me queda echar de menos el echar de menos,
hacer de una miga de pan un menú completo,
coronarlos como exponente de la belleza humana
sin conocer la zona reservada a ojos VIP
y compararlos con el mar, con el cielo,
con la playa y con el mes de enero.
Escribir versos tristes sobre lo que pudo haber sido,
sobre lo que quise haber visto,
sobre lo que quise haber sentido.
Imaginar ante la imposibilidad de recordar,
crear vivencias de la nada.
Tan sólo me queda adentrarme en el sueño,
donde vive lo que nunca he vivido.

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